Dejé correr el tiempo a una velocidad imperceptible,
hasta que se detuvo de golpe. Silencio.
El mar amaneció dormido, acarició la arena suavemente con su lengua de sueño. Silencio.
La aurora clara llegó desvelando la inercia cotidiana, pero esta vez el alba fue de blanco silencio,
y el sol despertó mudo.
El aire estaba quieto, sus sentimientos no inundabann con la brisa del mar mi olfato en el silencio.
Era muy temprano para soportar así, desnudo, el frío del momento.
Mis manos apenas coordinaban sus gestos, y mis pies encontraron sepultura
debajo de la arena gélida tras un requiem de silencio.
Rodeaba con mis brazos mis rodillas.
En mi posición ni siquiera mi sexo pudo protegerse del rumor callado de una melodía
que ha nada recordaba o quizás un poco a las gotas del silencio.
Grité, grité con mi alma rota.
Grité terriblemente a las fauces del abismo.
¿Grité o derramé al aljibe mudos espasmos de derrota?
¿Buitres o gaviotas? y su danza de silencio, bailando sobre el cielo.
Buitres o gaviotas... y un futuro funesto.
R.B.
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